viernes, 12 de septiembre de 2014

Hoy escribo

Son tiempos duros, rígidos.
Mucha flexibilidad y libertad teóricas, pero son duros.
No hay lugar para entrar y salir de uno mismo.
No es fácil sentir hoy, pienso. 
Me pasa eso, lloro muy seguido.
Y siento que está fuera de lugar llorar.
Llorar por pasión, por amor, por alegría.
Nadie llora, nadie grita, nadie se ríe a carcajadas por ningún lado.
Da vergüenza emocionarse con un cuento de "El libro de los abrazos".
Todos son fuertes, van mirando alrededor sólo por si les roban,
no van mirando si encuentran al amor de sus vidas o si alguien precisa ayuda.
No veo abrazos, besos, insisto: no veo risas.
Escucho a Silvio Rodríguez y lloro, leo y lloro, hablo y lloro.
¿Por qué lloro? Porque ante la falta de sensibilidad colectiva,
ante la soledad,
me brotan juntas: la pasión por la vida y la tristeza de no poder sentirla,
sentirla libre, sentirla a los gritos, sentirla sin cables ni wifi.
Estaré enamorada de la vida, el día que la vida me mire a los ojos y yo,
sola con mis pasiones, la entienda y me entienda.