jueves, 8 de agosto de 2013

Afuera y adentro.

Un pinchazo en el meñique te indica que sí. Que es.
Eso que vos sabés que no sabías que esperabas.
No necesitar abrir persianas para que entre día.

Los cafés llenos de tipos solitarios con caspa en el chaleco.
Las veredas mojadas y los paraguas oscuros.
El agujero en la pared del inquilino anterior.
Los olores a naftalina y sopa al pasar.
El óxido del agua después de días de ausencia.
Los libros marcados en páginas.
La llave de gas, los recordatorios, las agendas viejas, boletas por pagar.
Ya nada de todo eso te importa.
Nada. No prestás atención a nada de todo eso.
Porque lo nuevo tapa, lo nuevo lava, lo nuevo cura.
Porque tanto afuera y tanto ajeno, se disuelven con un traguito de té y un beso.

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